viernes, 7 de enero de 2011

One, two, three, dance!...

Sintiendo que necesito llevar mi libreta -igual que la tuya- siempre colgando de la muñeca. Como una de esas cartas o carnets de baile -o como se llamen- que llevaban las muchachas antes a los bailes para apuntar en ellas quién les pedía cada baile (-"¿baila usted?"; -"no puedo, estoy pedida"; -"ya me lo olía yo, ya"). Nunca la llevo, pensando que no será necesario, que nadie me pedirá un baile, porque no soy, ni de lejos, la muchacha más hermosa del baile. Ni la más guapa de la fiesta, y quien me diga lo contrario miente.

Pero sí que hay palabras que quieren sacarme a bailar, y les doy largas, calabazas, llevando mi chapa de "no-me-entres" como escudo, como si fuera el Sheriff en una ciudad sin ley cualquiera. Saltando del lejano oeste a la campiña inglesa. Buscando una habitación con vistas sobre Florencia. Debo armarme de valor la próxima vez, de no tener miedo a la página en blanco de feroces fauces, reflejo de mi incapacidad para crear.

Y mientras, bailo con Frank imaginando que estoy en el salón de tu casa y bailo contigo; y que te gusta, y que no necesito carnets.